SIN CENSURA

¿Fallos de seguridad de los funcionarios de CDMX asesinados y lecciones para NL?

Eloy Garza DETONA: Ayer por la mañana asesinaron a Ximena Guzmán y a José Muñoz, colaboradores cercanos de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada.
Fueron asesinados, no ejecutados.

Precisemos la diferencia semántica.  

Más allá de que Ximena Guzmán se estacionara en batería en un lugar prohibido, para esperar a su pareja, José Muñoz, tal parece que hacía un recorrido rutinario, lo que volvía a ambos objetivos fáciles de seguir por sus victimarios.

De ahí que el sicario los esperara 20 minutos antes en el lugar de los hechos, seguro de que llegaría Ximena en su Audi.

En el caso de funcionarios públicos de mando medio o superior, se sugiere cambiar de ruta eventualmente para despistar a sus posibles perseguidores. 

Que no se tome al pie de la letra el célebre refrán: “El que nada debe, nada teme”.

La Ciudad de México es una plaza —o, más bien, son varias plazas— muy codiciadas por más de diez bandas delictivas, que se disputan violentamente cada metro cuadrado de esa megalópolis. 

¿Las dos víctimas no estaban en líneas de mando del área de seguridad pública?

Pues, aparentemente, sí; José Muñoz tenía entre sus tareas como asesor de comunicación dar seguimiento a medidas e indicadores de seguridad pública. 

Pero, al margen de que ese no parece ser el móvil, hace apenas unos días el gobierno de la Ciudad de México dio un fuerte golpe contra el crimen organizado, deteniendo a una docena de presuntos delincuentes de una misma célula criminal, además de otros operativos de gran calado para incautar dinero, drogas y armas de grueso calibre.

En suma, el riesgo de un posible ataque como mensaje de amedrentamiento contra la autoridad pública era grande y parejo.

Nadie está exento. 

Basta recordar que la temeridad de los grupos delincuenciales llegó incluso a atentar contra el propio Omar García Harfuch en junio de 2020, no obstante ser uno de los servidores públicos mejor protegidos y resguardados, en razón del alto grado de peligrosidad que implicaban —y aún implican— sus delicadas tareas. 

Dicho de otro modo, aunque se esté sujeto a la crítica de opositores y medios de prensa, un funcionario público de alto rango debe estar escoltado y con vehículo blindado, si el contexto social así lo amerita.

Más vale ser criticado que ser ultimado. 

Eso se lo he dicho en confianza a amigos alcaldes que han sido amenazados por bandas delincuenciales: “Si no tienes forma de repeler una posible agresión, mejor pide licencia al cargo y vete”.

Nadie está obligado a volverse mártir y menos, difunto heroico. 

Por otra parte, pocos han reparado en una falla más frecuente de lo que uno esperaría: la cámara del C5 de la avenida Tlalpan, que debía captar el ataque de los dos funcionarios, porque para eso se compran esos artilugios, no funcionó bien.

Sólo mostró imágenes borrosas.

Se tuvo que pedir la grabación al dueño de una cámara de vigilancia privada.

¿Para qué alardear la compra de tantas cámaras de vigilancia pública si, a la mera hora, no cumplen adecuadamente su función? 

Ojalá se detengan a los culpables de este lamentable hecho.

Mis sinceras condolencias a los familiares y amigos de Ximena Guzmán y José Muñoz.

Que en paz descansen. 

¿Y cómo andamos en los municipios de Nuevo León?
Eloy Garza

Es abogado, maestro en Letras por la UNAM y máster en Tecnologías de la Información por la Universidad Oberta de Cataluña. Escribe para diversos medios de comunicación.