Insultando a Dios
“Herir a una mujer es insultar a Dios”, lo dijo el Papa Francisco en su mensaje de Año Nuevo al hablar de la maternidad y de las mujeres.
Recordó al mundo que las mujeres mantienen unidos los hilos de la vida, y además hizo uno de lo llamados más enérgicos que se le han escuchado hasta la fecha: pidió poner fin a la violencia contra las mujeres.
“Y puesto que las madres dan la vida, y las mujeres mantienen el mundo (unido), hagamos todos mayores esfuerzos para promover a las madres y proteger a las mujeres”, exhortó el Papa al mundo el primer día del año.
Después de escuchar sus palabras me pregunté si realmente el gobierno de México está trabajando por sanar estas heridas físicas o emocionales que sufren numerosas mujeres en el país.
Al menos en Nuevo León no es así. Es increíble, indignante que a pesar de contar con un presupuesto mayor a 90 millones de pesos, en la pasada gestión de El Bronco, el Instituto de la Mujer operó ¡al 30% de su capacidad!
Lo anterior lo reveló a los medios en el mes de octubre la actual titular del Instituto, Laura Paula López.
“Ya sea por instrucciones o por falta de personal y presupuesto, el organismo encargado de elaborar e implementar las políticas públicas para la prevención y atención la violencia contra las mujeres, opero a poca capacidad y no tuvo representación en todos los municipios”, señaló.
Laura Paula añadió que encontró al Instituto con un rezago importante en el trabajo y en las carpetas de atención a las mujeres que se acercaban a la dependencia a solicitar apoyo.
¿Será posible que en nuestras narices estén sucediendo estos abusos y negligencias del gobierno y nadie diga nada, ni se sancione o se finquen responsabilidades a funcionarios?
Es tan grave el cinismo de nuestras autoridades en materia de violencia femenina que cada día avanza más este mal social en diversas manifestaciones. Una de las más graves, sin duda, es el aumento del número de mujeres despojadas de sus hijos por ex parejas, valiéndose de la corrupción de abogados y jueces, entre otros.
Desde hace más de 6 meses hemos dado seguimiento y apoyando a estas madres de familia heridas, vapuleadas emocionalmente al sufrir el secuestro de sus hijos y no contar con el apoyo de la ley, ni de organizaciones feministas, ¡vaya! a veces ni siquiera cuentan con la compasión de directivos de los colegios donde estudian sus niños.
Incluso hay planteles escolares que al estilo Pilatos se lavan las manos y no se toman la molestia, por el bien de los menores, de investigar la realidad y darle su lugar a la madre, o al padre si es el caso.
También hemos conocido casos de mamás intimidadas por ex parejas que envían a mafiosos a sus casas a darles “recados” para mantenerlas asustadas.
Y lo más grave: hay mamás ¡que no ven a sus hijos desde el inicio de la pandemia! Estas pobres mujeres solo tienen contacto semanal con ellos vía zoom.
Ni siquiera con la reapertura del Centro Estatal de Convivencia se les ha permitido renovar las reuniones con sus hijos, pues como todo depende del permiso de un juez y algunos se pueden “comprar”, las madres de familia están fritas.
¡No hay ni a quien recurrir! Ya se hicieron denuncias en los medios, se presentaron exhortos en el Congreso, se pidieron audiencias en el Gobierno del Estado y Poder Judicial, y hasta el día de hoy nada.
¡Ah! olvidaba que vivimos en el País del que paga manda, es decir, la ley protege al mejor postor, al influyente, al victimario, en lugar de salvaguardar a los niños quienes en este tipo de situaciones son los más afectados emocionalmente.
Después de lo anterior y volviendo al mensaje del Papa Francisco...
¿No será que buena parte de la violencia que padecemos tiene que ver con el descuido del gobierno a las madres de familia, el abandono del Estado a numerosas mujeres que, de ser apoyadas, defendidas, protegidas a tiempo, colaborarían en la tarea de mantener la unidad en la familia y en la sociedad?
Es importante agregar que también existen casos de hombres despojados de sus hijos, aunque menos frecuentes, los hay, y tampoco lo podemos permitir.
Los niños tienen derecho y enorme necesidad para su óptimo desarrollo de convivir con ambos padres, y estos a su vez de tener la custodia compartida en caso de divorcio, por el bien de sus hijos.
Es lamentable reconocerlo, pero al menos en Nuevo León se está insultando a Dios, al permitir gobierno e instituciones que la violencia y abusos contra las mujeres avancen sin que nadie haga nada por detenerlos.