Ideologías y violencia

Carlos Chavarría DETONA: Los conflictos que están ocurriendo en Los Ángeles, en Dublín, Londres, Alemania, en Rusia, todos relativos a la migración, que actúa como una expresión sintomática o un terreno fértil para el resurgimiento de esas tensiones ideológicas más profundas.
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Alemania y Rusia por ejemplo tuvieron que recurrir a “importar” mano de obra cuando concluyo la segunda gran guerra debido a que su población de hombres jóvenes se vió reducida por el conflicto armado.

Pasada la guerra y durante los 1960´s las tasas de natalidad se vieron reducidas en casi todos los países occidentales  y eso se continua agravando.  [https://www.un.org/development/desa/pd/sites/www.un.org.development.desa.pd/files/undesa_pd_2025_wfr_2024_final.pdf]

Los EEUU siempre han recurrido a la mano de obrade origen latino, en especial de México, tanto durante la guerra como en los periodos de auge y crisis, es posible incluso, que sin la migración, los EEUU hubiesen visto afectadas sus tasas de crecimiento económico.

Todos estos nuevos conflictos están vinculados a las tensiones y dinámicas políticas domésticas y su relación con el reacomodo de los países más poderosos, y una retracción ideológica retratada en regresiones para renovadas narrativas nacionalistas.

Las ideologías y su relación con la política han sido objeto de atención y estudio desde que el poder se configuro en instituciones y requería de un marco justificatorio ante los sujetos a someterse. 

Para Max Weber, las "ideologías" (aunque prefería términos como "visiones del mundo", "sistemas de creencias" o "principios de legitimación") son conjuntos de ideas y valores que dotan de sentido a la acción social, proporcionan fundamentos de legitimidad para el poder y la dominación, y dirigen el desarrollo histórico de las sociedades a través de procesos como la racionalización.

No son meros engaños, sino fuerzas culturales poderosas que motivan a los individuos y cohesionan las estructuras sociales.

Las ideologías son agrupamientos de postulados conceptuales que comparten un tronco común y que pretenden producir verdades instantáneas que explicarían diferentes fenómenos de tipo social, en el mismo sentido, las ideologías construirán narrativas coherentes con sus postulados que buscan delimitar un área de influencia desde la cuál pueden tomar el poder social.

Las ideologías no son verdad o mentira, son constructos intelectuales abstractos que buscan dirigir la acción y las políticas públicas.

Las diferentes corrientes ideológicas buscan capturar las convicciones de las personas para conducirlas a diversos tipos de futuros implícitos en sus pronunciamientos, esos futuros si pueden ser no factibles o preferibles.

Es muy fácil caer en absurdos cuando se pretende convertir a las ideologías en planes de acción habida cuenta de que nada mas son artefactos cuyo solo propósito es justificatorio de algo,  sin importar si es realista o no, y sus premisas parecen sólidas sin serlo.

Ninguna ideología puede convertirse en axioma político a salvo del escrutinio y juicio de su influencia sobre los resultados que promueven.

Las ideologías y todos los que enarbolan banderas ideológicas quieren ser juzgados por sus intenciones y no por las consecuencias históricas, que después buscan endilgar a los que asumen como sus enemigos, que una suerte de prestidigitación se convierten en enemigos del pueblo y de las comunidades. 

La maldición de toda ideología y su combinación con visiones de túnel; óptica deficiente  que les impide ver la realidad completa sin sesgos; es su indiferencia moral respecto a la violencia que usarán siempre como método de lucha evitando en todo momento la argumentación y debate de sus postulados. 

En las democracias “modernas” de minoría como muchas del mundo, la polarización y la imposibilidad orgánica para lograr que todas las voces excluidas sean escuchadas y vean resueltas sus demandas,  es razón y causa de la descomposición de los regímenes que privilegian los dogmas ideológicos por sobre la dialéctica y el análisis del devenir histórico. 

La multiplicación fragmentaria de las narrativas para transmitir variantes ideológicas creadas al calor de la circunstancia y la banalidad, simplemente se auto condenan a la violencia cuando se enfrentan a la pobreza de sus resultados efectivos.

Derechas, izquierdas, centro, socialdemócratas, demócrata cristianos, progres, wokes, y todas las etiquetas imaginables no son sino eso, simples etiquetas sin producto, que quieren obligar a un reconocimiento y lugar en el quehacer del mundo.

La historia no se detiene aunque muchas ideologías así lo desearan.

Los Netanyahu  sigue apelando a Moises y la tierra prometida, los musulmanes con su yihad y el aniquilamiento de los “infieles”, los norteamericanos a su destino manifiesto al estilo  de Teddy Roosevelt,  los rusos y su reivindicación como imperio zarista, los franceses en su toma de la Bastilla, y nosotros en los pueblos originarios  y los agravios de 500 años de colonialismo, mundos que si existieron pero fueron arrasados por el peso de la historia real, esa la que no se detiene en ideología alguna.

Hoy como en otros períodos, todos los bandos en pugnas ideológicas  están buscando sus muertos para continuar alimentando sus narrativas de odio y exclusión justificantes de la violencia.

Cuando las ideologías se vuelven dogmáticas, absolutistas y excluyentes, cuando deshumanizan al "otro" que no comparte la misma visión, o cuando justifican el uso de cualquier medio para alcanzar un fin "superior", el riesgo de violencia y destrucción se dispara.

La convicción de poseer la "verdad" absoluta puede llevar a la intolerancia y a la eliminación de quienes se perciben como obstáculos. 

En sociedades con instituciones democráticas sólidas, la lucha ideológica se canaliza a través de debates públicos, elecciones, partidos políticos, procesos legislativos y el estado de derecho.

La competición de ideas se produce en el parlamento, en los medios de comunicación, en las urnas, no (necesariamente) en las calles con violencia.

La capacidad de comprometerse, negociar y aceptar el disenso es crucial.

 Las consecuencias de estos conflictos ideológicos no son solo la muerte física, sino también la polarización social, la parálisis política, la desconfianza institucional y el estancamiento del progreso; todas ellas, formas de destrucción del tejido social y político.

El verdadero desafío de la humanidad radica en aprender a navegar y canalizar estas diferencias ideológicas a través de mecanismos que promuevan la deliberación, el consenso y la construcción de un futuro compartido, en lugar de la aniquilación o el sometimiento.

Solo así podremos aspirar a que la riqueza de ideas se traduzca en una gestión real que construya, en lugar de destruir.
Carlos Chavarría

Ingeniero químico e ingeniero industrial, co-autor del libro "Transporte Metropolitano de Monterrey, Análisis y Solución de un Viejo Problema", con maestría en Ingeniería Industrial y diplomado en Administración de Medios de Transporte.