AMLO, el corazón partío

"Ya lo sé, que corazón que no ve, es corazón que no siente o corazón que te miente, amor". - Alejandro Sanz (Corazón partío)

La frase de la canción de Alejandro Sanz (Corazón partío, 1997) es lo primero que me vino a la mente al enterarme de que, entre la abundante información hackeada al Ejército mexicano y filtrada a los medios de comunicación, se hizo referencia al frágil estado de salud del Presidente López Obrador y de su padecimiento de angina de pecho.

En otras colaboraciones, hice referencia al infarto sufrido por Andrés Manuel López Obrador en diciembre del  2013 ( a los 60 años) y a su reticencia a seguir al pie de la letra las indicaciones médicas y los cuidados necesarios en pacientes en recuperación. En esos años, él encabezaba la oposición a la reforma energética impulsada por el Presidente Peña Nieto en el Movimiento de Regeneración Ciudadana (antecedente del Movimiento de Regeneración Nacional).

Fue atendido en ese entonces en el hospital privado Médica Sur de lo que se informó fue un infarto agudo al miocardio.

El médico cardiólogo Patricio Ortiz dio información después de la intervención quirúrgica de emergencia señalando que la intervención coronaria cutánea había sido exitosa y que el paciente necesitaría reposo completo de dos a cinco días.

Una artería coronaria estaba completamente obstruida con placas de colesterol y coágulos, informó el Dr. Ortiz, y fue posible destaparla antes de la primera hora en el hospital”.

Desde entonces, el tema cardiaco lo ha seguido recurrentemente. No podía ser de otra manera, pues la vida de cualquiera que haya sufrido un infarto cambia radicalmente después del evento.

En enero de 2022, AMLO (68 años) fue sometido a un cateterismo en el Hospital Central Militar, que consiste en introducir un tubo a un vaso sanguíneo para diagnosticar padecimientos cardíacos. Unos días antes había sido diagnosticado con Covid 19, la segunda vez después de la primera detectada en enero del 2021.

Un poco antes, en octubre del 2018, se dio a conocer que el presidente electo López Obrador se había sometido a una operación quirúrgica para atenderse dolores en el cuello, específicamente en las terminales nerviosas de las cervicales.

Reportes de columnistas como Carlos Loret, Pablo Hiriart y Raymundo Riva Palacio, informaron en 2018 que el médico neurólogo Félix Dolorit, del Hospital Comunitario Larkin (Miami, Florida) y un equipo de médicos cubanos atendía los problemas de columna vertebral de López Obrador viajando a la Ciudad de México cada 15 días, contando hasta ese momento unos 150 viajes.

“La operación indicada por Dolorit”, escribió entonces Pablo Hiriart, “consiste en un costoso e innovador procedimiento de cirugía de columna, a través de un separador de vértebras que evita el dolor crónico e incluye un dispositivo de silicón y titanio llamado Wellex, desarrollado y producido en Suiza”.

Resta poco decir que son elevados los costos de este tipo de tratamientos que aplica el Dr. Dolorit, cubano exiliado en Miami que en su país natal fue presidente de la Asociación de Neurología de Cuba.

Con retazos de notas y columnas he podido armar este comentario, lo cual es una prueba de lo difícil que es conocer el estado de salud del Presidente López Obrador, una información que desde siempre debió estar disponible.

No fue así, pues la transparencia está ausente casi por completo del Gobierno de López Obrador. Tuvo que llegar la información sobre la angina de pecho a través de hackers audaces que le arrebataron la información a las sombras de la opacidad para filtrarla a los medios de comunicación. 

Por cierto, la angina de pecho (el dolor en el pecho provocado por la reducción del flujo sanguíneo al corazón) es un síntoma de enfermedad arterial coronaria, no es cualquier cosa que a minimizar.

¿Qué tanto más no sabemos de la salud del Presidente de la República? Después de las revelaciones públicas, ¿se encuentra López Obrador suficientemente sano para gobernar?.

Rogelio Ríos Herrán

Egresado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México (1981)  y desde 1994 se ligó a los medios de comunicación como comentarista y productor en Radio Nuevo León y la televisión pública y colaborador y columnista en periódicos en Nuevo León y Arizona y Georgia, en Estados Unidos. Durante más de 18 años se desempeñó como editor de opinión en el periódico El Norte (Grupo Reforma), en donde además durante 15 años fue un editorialista regular con análisis sobre coyuntura de política internacional, Estados Unidos y asuntos mexicanos. Desde 2019 y hasta 2021 colaboró en Grupo Visión de Atlanta, Georgia, y condujo el programa radial Un Café Con Atlanta.