Autos, Mota y Rocanrol (México/ 2025)
Autos, Mota y Rocanrol celebra los 54 años del concierto de Avándaro, suscitado el 11 de septiembre de 1971 en el Estado de México a un lado de Valle de Bravo.
Justino Compeán y Eduardo "El Negro" López Negrete (Emiliano Zurita y Alejandro Speitzer) afines a las carreras de autos y tratando de regresar la Fórmula 1 a la Ciudad de México, deciden hacer una carrera de autos en el circuito de carreteras que rodea Valle de Bravo y de intermedio, una tocada con dos, tres bandas musicales… casi nada.
De esas cosas extrañas, sin existir las redes, los influencers, TikTok, etc, el concierto para dos mil personas atrajo a 200 mil, inclusive hay quienes dicen, 500 mil personas, desplazando la carrera y convirtiendo a Avándaro en el Woodstock de su época en México.
Cinepolis Distribución tiene una tremenda película en sus manos reflejo de una era tan lejana y un evento que muy pocos recuerdan por cimbrar tanto social como políticamente los años donde se temía que se repitiera la Noche de Tlatelolco de 1968 y la Masacre del Jueves de Corpus recién ocurrida el 10 de junio de ese mismo año, 1971.
El manejo del director José Manuel Craviotto replica el estilo de Olimpia (2019), de usar películas recuperadas del momento, reales y para insertar a sus personajes en medio de todo.
El evento aún a 54 años del suceso sólo es recordado por los recuerdos de “viejitos” y “es que sucedió un concierto allá en Avándaro” y por breves documentales como el de Enrique Krauze y su Clío TV, o los 50 años del concierto que N+ transmitió (recordando que Emilio Azcárraga censuró el concierto y no lo transmitió por Telesistema Mexicano en su momento).
Su manejo es de un documental “detrás de las cámaras” de como se arma la carrera y que termina en un concierto y tal cual el show que se convierte en un circo al ver a Justino Compeán y al Negro López malabarear patrocinios, logística del espectáculo y gigantes de la música de forma irónica y entrando a la comedia abierta, pues porque todo lo que sucede, es así, a veces de risa,
Aplico la frase usada en Olimpia para su promoción “si la historia la escriben los que ganan quiere decir que hay otra historia, la verdadera” y es cierto, somos testigos de la versión verdadera de Compeán y el Negro, lo que ellos jamás pensaron que iba a suceder y a la que tuvieron que adaptarse.
La película como producto terminado, con la mezcla de realidad y montaje a la larga es casi impecable, con un buen ritmo, una edición por igual superlativa y la mera verdad, uno que odia por fama a Justino Compeán, el villano del futbol mexicano y destituido de la FMF en el 2015, hasta aplaudo y le perdono todo luego de ver como logró sacar adelante, manejar y sobrevivir a las consecuencias de Avándaro.
Sobre todo, que Compeán tuvo que casi exiliarse en Brasil, y aquí en México se vino posteriormente una represión apoyada por los medios, una desintegración musical en México, una represión social contra la juventud y se usó a Avándaro como ejemplo de que era necesario un control político social para evitar que mas jóvenes comenzaran a elevar la voz de forma independiente.
Me encantó como Craviotto se inclina por recordar la raíz del rock en México con el Rock Chicano, colocar en el templete a muchas bandas de ese entonces, sacar a Three Souls in my Mind (hoy en día, El Tri) y ver clones de Alex Lora a sus 18 años y Chela Lora a sus 15 en los momentos que se unieron como pareja.
Y la aparición de una que otra celebridad del momento como dos jóvenes publicistas y un director ejecutivo de la Coca… mucha cara conocida de ayer y hoy.
Me encantó sobre todas las cosas, esa visión al final de “lo hice y lo volvería a repetir”.