Las tristes aventuras de Juan Pueblo
Cada tres años le corresponde renovar el tortillero. La pegatina en la ventana. Participar en lotería del barrio. Ganar con el nombre del candidato emergente. Subirse al tren de la buena vibra y la felicidad.
Juan Pueblo ya fue priista en los años 70. Se fastidió de las lágrimas de cocodrilo de Jolopo. Perdió la iniciativa con la renovación moral con De la Madrid. Recuperó la fe en el primer mundo con Salinas de Gortari. Le horrorizó el magnicidio de Colosio y la eventual suplencia con Zedillo. Se fue al carajo con el error de diciembre.
Levantó la mano con la señal de V de Fox. Sufragó por AMLO aunque le dieron el triunfo a Calderón. Hizo mantas de EPN. Volvió a emitir el voto por Andrés Manuel.
Le dieron su tarjeta de adulto mayor. La democracia había llegado. Cada dos meses le depositan una lanita. Piensa mucho en Claudia, Xóchitl, Beatriz. No se cree el cuento de Samuel o Colosio Jr. Son casos perdidos. Peligrosos.
Juan Pueblo ya esta fastidiado entre las corcholatas, taparroscas y hasta por lo altos precios de la vida menuda.
Piensa, de llegar con vida y sin la necesidad de ayuda para caminar, en abstenerse. Es la misma jalada todos los años. Lo dice en el parque, con sus amigos mientras fuma y tose al mismo tiempo.
Juan Pueblo les da un consejo. Agarren todos los regalos de los candidatos. Lo bueno del voto secreto. Hasta el dinero y el desayuno el día de la jornada electoral.