Jack Welch: El CEO que usó la eficiencia como religión (y el despido como doctrina)
Pero antes de que el liderazgo se volviera "cool", existió Jack Welch, el CEO que convirtió a General Electric en un monstruo corporativo… a punta de presión, resultados, y algo de frialdad quirúrgica.
Un CEO que no solo lideraba empresas, sino que las moldeaba a su gusto.
Amado por los mercados, temido por su gente, y estudiado hasta hoy por quien quiera entender qué significa eso de “dar resultados”.
Y aunque no queramos admitirlo, el mundo corporativo actual aún respira muchas de sus ideas.
La regla de oro: si no eres el mejor, estás de más
Welch no creía en la mediocridad.
Y eso no lo decía en sentido figurado, lo decía literalmente.
Bajo su liderazgo, GE solo se quedaba con unidades de negocio que fueran número uno o número dos en su sector.
Lo demás, se vendía o se cerraba.
Así, limpió la casa.
Sin sentimentalismos, sin disculpas.
“Gracias por participar, pero si no lideras, estorbas.”
Resultado: de 411 líneas de negocio, dejó menos de la mitad.
¿Y la consecuencia financiera?
Los ingresos de GE pasaron de 27 mil millones de dólares a más de 130 mil millones durante su mandato.
¿Duro? Sí.
¿Efectivo? También.
¿Replicable en tu pyme de 15 personas? Bueno, eso es otro tema.
“Rank and yank”: El 10% que siempre perdía
Si alguna vez te quejaste del "evaluación de desempeño anual", imagina trabajar en una empresa donde cada año despedían al 10% con peor rendimiento.
Así, sin importar si eras simpático, llevabas años ahí o tenías stickers motivacionales en tu laptop.
Esto se conoció como el modelo de vitalidad, o como a muchos les gusta llamarlo: la campana de Gauss sangrienta.
- El 20% top: premios, bonos, acciones, la gloria.
- El 70% del medio: “ok, sigue trabajando”.
- El 10% del final: “gracias por tu servicio, aquí está tu caja”.
¿Motivador? Para algunos.
¿Estresante? Para la mayoría.
¿Efectivo? En términos fríos: sí.
Generó una cultura de resultados, pero también de miedo.
De trabajar para no quedar último, más que por crecer genuinamente.
Menos burocracia, más acción (y menos drama)
Welch aborrecía la burocracia.
Para él, cualquier reunión que podía haberse resuelto en una llamada era un crimen organizacional.
Promovía decisiones rápidas, estructuras ágiles y un rechazo absoluto al "así se ha hecho siempre".
No es que amara el caos, es que odiaba la parálisis corporativa.
Implementó programas como “Work-Out”, que básicamente consistían en sentar a empleados de todos los niveles, eliminar intermediarios, y resolver cosas ahí mismo.
Sin comités eternos, sin memos de 12 páginas, sin PowerPoints que nadie entiende.
Una especie de reunión de vecinos, pero donde sí se tomaban decisiones útiles.
La meritocracia… sin anestesia
Para Welch, el liderazgo no se trataba de carisma, sino de resultados concretos.
No importaba si eras “buena onda” o te sabías el nombre del portero de memoria.
Si no dabas resultados, no tenías lugar.
Este enfoque ayudó a crear una meritocracia impresionante: los mejores subían rápido, los mediocres se estancaban, y los que no rendían... ya sabes.
Por supuesto, esto tiene una doble cara.
Porque, aunque potencia el alto rendimiento, también puede eliminar la colaboración, crear ansiedad colectiva y hacer que todos vivan en modo “sobrevivencia corporativa”.
Pero eso sí, nadie salía de GE diciendo que no aprendió algo (aunque fuera a manejar el estrés con mantras budistas).
Y sin embargo... valores
Quizá lo más contradictorio de Welch fue que, a pesar de todo, valoraba la integridad por encima de los resultados.
Más de una vez despidió a ejecutivos de alto nivel que no respetaban los valores éticos de la empresa.
Porque para él, hacer bien las cosas también incluía hacerlas bien moralmente.
Ese balance (o tensión) entre resultados y ética lo convirtió en un referente: un tipo que podía sonar brutal, pero que tenía claro que, sin principios, no hay liderazgo que aguante.
¿Y hoy qué aprendemos de Welch?
Mucho. Y no todo es copiar.
- Claridad mata burocracia: Welch no daba discursos vagos. Decía lo que quería, esperaba resultados y daba dirección clara.
- Liderazgo ≠ popularidad: No se trataba de caer bien, sino de generar valor.
- No todos caben siempre: A veces hay que tomar decisiones duras. Welch lo hizo… a lo bestia, sí, pero con resultados.
- La cultura es un filtro, no un eslogan: Para él, los valores eran guía de contratación, promoción y despido.
Una pequeña reflexión con algo de cinismo..
¿Es Jack Welch el modelo a seguir en 2025?
No necesariamente.
Su estilo, si bien legendario, choca con las nuevas generaciones que valoran el bienestar emocional, la colaboración y el feedback que no parezca una ejecución pública.
Pero negar su impacto sería como negar que el reggaetón pega: lo puedes criticar, pero ahí está.
Y funciona.
Welch es una advertencia y una inspiración.
Nos muestra lo que puede lograr la claridad brutal, pero también lo que cuesta liderar sin espacio para el error o el crecimiento emocional.
Hoy, quizá, nos toca tomar lo mejor de su legado (visión, decisión, exigencia) y combinarlo con lo que él mismo no tuvo que liderar: la vulnerabilidad, la empatía, y la humanización de las empresas.