Ruido, mucho ruido

En política la forma es fondo y el mensaje desde Palacio Nacional, es muy claro: derribar todo aquello que mejore nuestra calidad democrática.

Empecemos por preguntarnos ¿cuánto ruido ha habido a lo largo de estos cuatro años desde que arribó al gobierno Andrés Manuel López Obrador, tanto que los silencios incluso están llenos de ruido? Los mexicanos vivimos cada vez más aprisa, envueltos en las discusiones que se dan desde las élites para demostrar quién representa más al pueblo de México.

La realidad es que para que haya quien responda a la provocación, se necesita de un provocador profesional, y lo grave es que cuando ese papel lo asume quien debería justamente evitar la polarización, la alimenta. Llevamos semanas discutiendo -y argumentando muy poco- si nuestras instituciones autónomas, especialmente la construida para organizar las elecciones, necesitan cambios.

Todo es perfectible eso es cierto, pero en política la forma es fondo y el mensaje desde Palacio Nacional, es muy claro: derribar todo aquello que mejore nuestra calidad democrática.

Las nuevas formas e instrumentos para comunicarnos, también ha jugado un papel importante para tener mucha información, pero menos datos duros de los que se requieren para tomar decisiones, o lo que es peor, sí tenerlos y saber de la gravedad de los problemas que enfrentamos como país, por lo que, para el gobierno es mejor que se genere tal confusión, haya mucho ruido y se evite que podamos encontrar un punto medio para dialogar y resolverlos.

Empezaremos en una semana el último tercio del gobierno que prometió la transformación y que, para desgracia de nuestro país, ese cambio más bien es un retroceso en toda la política pública.

Para quien pretenda encabezar el próximo sexenio debe quedar claro que la reconstrucción del país requerirá más que buenas intenciones. Me parece que pretender que sigan vivas las promesas de un mejor México, sin que haya indicios que realmente esto pueda suceder, es una apuesta peligrosa.

La discusión pública en estas semanas será sin duda el destino que le espera al Instituto Nacional Electoral (INE), sobre todo porque, aunque no se consolide la reforma propuesta por el ejecutivo federal, ya hay pasos que avanzaron hacia su dinamitación:

  1. La disminución en el presupuesto del INE, ahora que se aprobó el PEF 2023.
  2. La sustitución de consejeros electorales, que se dará en el primer cuatrimestre del siguiente año.
  3. El enojo presidencial que ocasiona que todos los días, se genere una avalancha de descalificaciones contra algunos consejeros electorales, que, por cierto, serán los que se van a cambiar el siguiente año.
  4. La competencia de manifestaciones, como franca provocación a un grupo de ciudadanos que deberían ser tomados también en cuenta, para la toma decisiones -si es que tuviéramos la fortuna de tener un gobierno democrático-

Y mientras la discusión pública, sigue girando en torno a la democracia y se ha generado tanto ruido, se han opacado otros temas que se van agravando con el paso de los meses, porque se siguen normalizando hechos que deberían ser combatidos con toda la fuerza del estado, van sólo algunos cuestionamientos para la reflexión:

  1. ¿Tenemos ya medicinas y quimios para las personas, hombres, mujeres, niñas, niños y jóvenes?
  2. ¿Se ha recuperado el nivel de vacunación que teníamos para nuestra primera infancia?
  3. ¿A las familias mexicanas les rinde el dinero para comprar la canasta básica, ahora que los precios están por las nubes?
  4. ¿Las mujeres podemos salir a las calles con la certeza de que estamos seguras sin vivir algún tipo de violencia?
  5. ¿Ha disminuido el número de feminicidios u homicidios dolosos?
  6. ¿El combate a la corrupción ha sido una realidad?
  7. ¿Se acabaron los privilegios para ciertos grupos que dicen que son defensores de la austeridad republicana y que vamos hacia la pobreza franciscana?
  8. ¿Tenemos ya un gobierno pobre y un pueblo rico?
  9. ¿Los miembros del crimen organizado, han dejado de reclutar jóvenes para involucrarlos en negocios ilícitos, que atentan contra la seguridad del país?
  10. ¿Tenemos un cuerpo de seguridad pública de élite?
  11. ¿Regresó el ejército a los cuarteles?
  12. ¿Se respeta la constitución por parte de nuestros gobiernos?
  13. ¿Los gobernadores, servidores públicos, han dejado de hacer campaña con recursos públicos, respetando la ley?
  14. ¿Los hombres y mujeres dedicados a la ciencia, la tecnología, el arte, el deporte, la academia, reciben más apoyo para desarrollar sus potencialidades?
  15. ¿Tenemos un sistema educativo que pone en el centro a nuestros niños y jóvenes?
  16. ¿Se ha separado el poder político del económico?
  17. ¿De verdad no hay privilegios para la familia del presidente de la república que dice vivió, durante años, con 200 pesos en la cartera?
  18. ¿Se respetan los derechos humanos de los migrantes, se combate con eficiencia la trata de personas, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) hace su trabajo con independencia del ejecutivo federal?
  19. ¿Las dirigencias partidistas practican la democracia interna en las instituciones que dirigen?
¿Cuántas de estas preguntas pueden contestarse de manera afirmativa, de acuerdo a los propios datos del gobierno amloísta?

Bien vale la pena ahora que estamos por empezar la última semana del mes once de 2022, que nos cuestionemos si el camino por el que vamos es el correcto, pero no desde el sentimiento “defensor” de por quien sentimos afinidad, odio o rechazo, sino desde la realidad que todos los días enfrentamos en nuestra vida cotidiana.

Si nuestra respuesta al menos al 50% de estas preguntas es NO, entonces también es momento de preguntarnos, en dónde empieza nuestra responsabilidad para la construcción de un país mejor, debemos comenzar a caminar por un mejor rumbo, porque no hemos dado aun el primer paso, estamos anclados en la pretensión de dialogar con quien no tiene intención de hacerlo, mientras los ciudadanos nos exigen una mejor representación política.

Hagamos un esfuerzo por bajar el volumen a lo inmediato, tanto ruido, nos puede estar perdiendo de escuchar lo que para los mexicanos es su verdadera y real preocupación.

Menos ruido y más camino.

Adriana Dávila Fernández

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Altiplano del estado de Tlaxcala. Su trayectoria profesional y política la ha desarrollado en los Poderes Legislativo y Ejecutivo Federales, así como en organizaciones de la Sociedad Civil.