La Presidenta del estancamiento
Claudia Sheinbaum es digna hija política de Andrés Manuel López Obrador.
Cuando la realidad no se adapta a su fantasiosa narrativa del país ella preside gracias a la, según esto, maravillosa herencia del valedor con quien comparte la silla presidencial, modifica la realidad.
En su más reciente alteración, proclamó que el crecimiento económico no importa, cuando sus desastrosas políticas llevaron al estancamiento del PIB en 2019, lo dijo el tabasqueño; seis años más tarde, la presidenta repite el mismo guion con el mismo desparpajo, no por nada se ganó desde hace tiempo el apodo de la calca.
La doctora en energía cree, como el licenciado, que domina una ciencia que le es ajena: la economía, López reprobó y después pasó de panzazo las materias correspondientes en la UNAM, Sheinbaum ni siquiera tuvo ese barniz que se le resbaló a su predecesor.
No importa, puesto que ella no necesita más que repetir lo que estuvo escuchando por años, y así lo hace sin poner nada de su cosecha. Su voz es un eco.
Según esa narrativa, en el modelo económico del obradorato aumenta el bienestar de la población en forma significativa aunque no haya crecimiento gracias a dos elementos:
Programas sociales y aumentos salariales, que a su vez logran otro beneficio: la reducción de la desigualdad, el PIB es una variable irrelevante porque el bienestar aumenta.
López se la pasó prometiendo que iba a presentar un indicador alternativo para medir la felicidad del pueblo pero resultó igual que el sistema de salud como en Dinamarca y nunca llegó, de lo contrario, sin duda lo seguiría presentando Sheinbaum en medio del estancamiento actual.
Lo que sí anunció fueron dos palabras (no más que eso) que dijo representaban la estrategia económica alternativa al neoliberalismo, nada menos que el “Humanismo mexicano”.
Nadie conoce lo que eso implica dado que no hay ninguna sustancia ni propuestas específicas detrás, pero evidentemente la presidenta dice que es la estrategia económica que su gobierno sigue, lo que ella agrega es algo igual de hueco: la “prosperidad compartida”.
A la presidenta no le importa, pero, ¿cuánto crecerá la economía mexicana este año? Quizá alrededor de 0.5%. Dado que la población lo hará en alrededor de 0.8%, entonces el producto por habitante será negativo, y el acumulado desde 2018 aproximadamente cero, cifras dignas de esa narrativa en que el crecimiento no importa.
Lo más preocupante es que Sheinbaum se manifiesta satisfecha con la estrategia.
Otros gobernantes estarían preocupados, y ocupándose, buscando aumentar la tasa de crecimiento de largo plazo: invirtiendo en salud, educación, infraestructura, fortaleciendo el estado de derecho y creando incentivos para la inversión privada, desregulando y privatizando.
La presidenta hace lo contrario: sigue alimentando los elefantes blancos heredados del obradorato y quiere también sus propios trenes, aparte de seguir rescatando a Pemex sin hacer nada por cerrar esa coladera de recursos públicos.