Cambiar de opinión

1.

Parece que fue Emmanuel Kant quien dijo “es de sabios cambiar de opinión” -el necio nunca lo hace-. Y sí. Enaltece a una persona el que, por ejemplo, si se ha equivocado en su juicio sobre alguien más, dé marcha atrás y rectifique.

Es cierto que hay opiniones más fáciles de ser modificadas, sobre todo cuando atendemos a la parte y no al todo de un fenómeno. Pero hay otros planteamientos que son inmutables: principios que honramos, y nos honran, con la palabra.

El presidente de la república y el gobernador del estado han cambiado de opinión en dos temas: ¿son negociables o no? Veamos.

2.

En el 2017, el entonces candidato López Obrador, criticó al ejército mexicano por violaciones reiteradas de derechos humanos.

También, existen videos en donde el hoy presidente insistía en sacar a los militares de las calles, porque no estaban preparados para ello. Agregaba que, como México no es un país bélico ni tiene enemigos, las fuerzas armadas debían, incluso, desaparecer. Pero, una vez ganadas las elecciones con un amplio margen, ha venido empoderando a la milicia como jamás había sucedido.

¿Qué pasó? Cambió de opinión.

Así lo ha declarado en varias entrevistas. ¿Por qué?

3.

Su mutación obedeció a que, según sus palabras, sólo hasta asumir la presidencia, fue consciente de la tremenda inseguridad a lo largo de todo el país -claro, alentada por los gobiernos anteriores, en especial el de Calderón-.

Además, el asignar a las fuerzas armadas tareas que no le son propias, como la construcción de aeropuertos y vías férreas, la distribución de medicamentos y vacunas, el manejo de una línea aérea, el control de las aduanas, la gestión de los puertos marinos, la detención de los migrantes en la frontera sur, etc., las distrae de sus tareas tradicionales, como atender…

4.

… a la población en desastres naturales, como el ocurrido en Guerrero la semana pasada.

¿Por qué, entonces, se ha abierto la baraja de encargos a los soldados? AMLO dice que se han convertido en actores protagónicos de su gestión por dos razones:

• Los define como pueblo uniformado que nunca traicionará a su gente, 
• Garantizan la continuidad del proyecto llamado Cuarta Transformación, al ser ellos, y no particulares -que en la narrativa presidencial siempre son corruptos, mezquinos y sátrapas- los que construyan y administren en el futuro las obras insignia de este sexenio.

5.

Con el gobernador sucede algo semejante.

En 2018, el entonces diputado local criticó a Jaime Rodríguez, el “Bronco”, por dejar la gubernatura y buscar la presidencia de la república, y le negó su voto en el Congreso del estado.

Lo acusó de incumplir su palabra, de preferir el interés personal sobre el del estado, y remató con la famosa frase: “¡si te vas, no regresas!”.

Hoy él hace lo mismo que cuestionó y, obvio, la oposición y amplios sectores de la opinión pública están criticando esta decisión. 

¿A qué se debe esta repetición de lo reprochado? ¿Por qué hace lo mismo que censuró en su antecesor?

6.

Los seguidores defienden sus intenciones con varios argumentos. 

Los optimistas creen que puede ganar, y beneficiar al país con un presidente joven, emprendedor, mediático, y un complaciente etcétera. Se niegan a aceptar que su candidato dividirá el voto opositor. 

Los realistas, en cambio, aceptando que es muy difícil un primer lugar, creen que hará crecer a su partido, obtendrá más escaños en diputados y senadores anti4T, y atraerá más recursos al estado.

En fin. Habrá que ver si ambos cambios de opinión no solamente son eficaces desde el pragmatismo político, sino desde la congruencia ética.

7.

Cierre icónico.

¿Alguien puede criticar a un papá que roba comida para alimentar a sus hijos? ¿O a una mamá que asalta la farmacia cercana para tomar medicinas y llevarlas a sus pequeños, que enfrentan una grave enfermedad? Lo que no tiene justificación es el saqueo en Guerrero no sólo de negocios y tiendas de comercio, sino de hoteles y viviendas de particulares. 

La rapiña no se origina en una necesidad vital, sino en una ambición brutal.

Más que comprender estas acciones desde la justificación populista, hay que detenerlas y castigarlas: son delitos, no actividades folklóricas.