Plan "D" de Destrucción
El Plan D de “al Diablo con las instituciones” sigue.
- Con “D” de demagogo, destructor y devastador.
Si no puedes contra las instituciones, nombra a personas que te sean totalmente fieles, aunque sean ineptas, ignorantes e inexperimentadas.
Coloniza a esas instituciones que detestas con personas abyectas para que finalmente se haga tu voluntad. Tan sumisas que cuando enfrenten una decisión te pregunten dócilmente:
“Señor, ¿qué quiere usted que haga?”
Lo ideal es tener a saboteadores adentro que ayuden a derruir la estructura para facilitar su control por parte del Licenciado.
Aquellos que en gobiernos anteriores fueron nombrados por su conocimiento, trayectoria y prestigio, pero que no dudaron en venderse ante el mesiánico.
Arturo Zaldívar cumplió escrupulosamente con el rol que se esperaba de su persona, acabando por renunciar a la toga con la que acabó trapeando las leyes cuando así se le requería.
Le quedaba un año y así abrió paso a que otra persona sirviera a la 4T por ocho.
No acababa de tramitarse su renuncia y ya era parte del equipo de la candidata del régimen; no fuera a dudarse por un solo segundo de su deslealtad a la nación y la recompensa recibida a cambio.
No guardar siquiera una mínima forma de decoro es sello de los sirvientes del demagogo.
La diferencia entre un Zaldívar y una Lenia Batres es siete años más de genuflexión ante el tabasqueño o su personera que en todo caso dormirá en Palacio Nacional pero no mandará.
El mismo voto obediente, pero por muchísimo más tiempo.
¿Importa en lo más mínimo que la nueva ministra creyó que la Constitución de Estados Unidos no es escrita?
¿Que carezca de la trayectoria jurídica mínima para poder elucidar los complejos asuntos que enfrentará
Tiene lo que se requiere: un largo camino en el Movimiento Regeneración Nacional de la mano de su hermano, otro fiel ejecutor del obradorismo y que hoy despacha como jefe de Gobierno capitalino.
Lo que conoce a fondo es el uso del porrismo y el uso ilegítimo de la fuerza que le otorga un cargo para extraer rentas en beneficio propio y los de su grupo.
En eso sí que tiene un doctorado de larga trayectoria y puede impartir cátedra, nada que ver con sus posgrados en institutos patrulla.
Pero la tarea está incompleta, para la infinita frustración del presidente.
No le alcanzan los votos en el Congreso y se le acaba el tiempo de estar, al menos formalmente, al frente del país.
Solo le queda buscar que gane su fiel escudera de tantos años y además lograr que Morena y sus satélites (a los que se acaba de agregar el contingente fosfo, fosfo) tengan una mayoría calificada en el Poder Legislativo.
A eso se enfocará en los próximos seis meses y medio: a hacer campaña al tiempo de armar la mayor compra de votos desde los tiempos del viejo priato.
Porque AMLO se salió del PRI autoritario que ganaba elecciones a la buena o a la mala, pero ese PRI nunca ha dejado a su persona.
La herencia más grande que pretende dejar Obrador tras sus seis años de gobierno no es un sistema de salud destruido alegado que es como Dinamarca, tampoco un tren que destruyó una selva o una igual de costosa refinería que no entrega una gota de gasolina.
Lo que aspira es volver al país del caudillo sexenal sin frenos ni contrapesos, con las instituciones a sus órdenes o mandadas finalmente al diablo.