El día después

Las marchas del pasado día 13 comienzan el desmontaje del sistema de creencias que sostenían al morenato.
  1. Hay millones de opositores. Morena no es mayoría.
  2. La marea humana, cívica y propositiva que tomó las calles de las principales ciudades del país, demuestran que la democracia y la libertad arraigaron en el país.
  3. No hay estructuras, aparato de gobierno, o repartidera de dinero que derrote a la sociedad si ésta se moviliza. Lo que vimos es la reiteración de que nada puede sustituir o vencer a la participación ciudadana.

Las oposiciones carecían de una causa: ya la tienen.

Pero no debemos olvidar algo.

La marcha no es un final: es el principio.

El golpe electoral sigue su curso.

Sólo la presión social mantendrá, primero, unido al bloque opositor y frenará, segundo, el intento golpista de la secta más radical del morenato.

La resistencia debe continuar.

Con actos simbólicos, iniciativas, desobediencia civil.

El régimen y su Sumo Pontífice han demostrado, una y otra vez, ser bastante torpes cuando pierden el control de la agenda.

Ya lo perdieron. No hay que devolvérselos.

Por eso, tan importante como el triunfo del día 13, es el de los días después: hoy, mañana...

Vendrá la reacción: minimizar los números, tratar de desvirtuar la causa, caricaturizar.

También el insulto y el vómito de calificativos.

No hay que contestar ni repetirlos. Lo que el régimen quiere es retomar el control de la conversación.

Si caemos en la provocación, ganarán.

Responder a sus insultos provoca tres fenómenos:

  1. Une a su base.
  2. Normaliza su lenguaje y
  3. Nos lleva al terreno de su retórica.

Recibir el golpe y utilizar su fuerza en nuestro favor, conlleva varias ventajas:

  1. Nos une.
  2. Los exhibe.
  3. Fortalece nuestra causa.

El terreno del renacimiento opositor reside en mantener nuestra narrativa de profundizar la democracia, ampliar la libertad y fortalecer a la sociedad civil.

Vimos que los partidos son pequeños junto a la potencia de la sociedad civil.
  • El futuro nos pertenece y somos dueños de la agenda.
  • Los partidos deben firmar ese contrato de adhesión.
  • Como tal, sus cláusulas no son negociables.

Pero esa agenda es insuficiente. Sirve para cohesionar a las clases medias y acicatear a una vasta franja de decepcionados que estaban anestesiados.

Debemos responder una pregunta central:

¿Democracia, libertad y sociedad, para qué?

Pienso que para promover la igualdad y la justicia y así recuperar la esperanza.

La igualdad es hacer que cada mexicano tenga un piso común de conocimientos, salud y patrimonio que le permitan vivir con dignidad.

Tenemos que visibilizar la miseria, la pobreza y la falta de oportunidades para dar a esas personas una salida y ofrecerles un futuro mejor.

Somos nosotros, los emprendedores, los empresarios, los profesionistas quienes hemos probado que tener empleos, seguridad social y solidaridad es posible.

Justicia implica basar nuestra vida en el estado de derecho y en convertirnos en una sociedad decente, de respeto.

Proteger a las mujeres y darles alas a los jóvenes.

El tercer objetivo es, para usar el término de mi amigo Guido Lara, romper el monopolio más nocivo que tiene Morena.

No es PEMEX ni CFE. Tampoco sus mayorías en el Congreso: es el monopolio de la esperanza.

Hay millones de decepcionados. Millones que se ahogan por la frustración.

El programa es ciudadano. Es nuestro.

Olvídense de caer en la tentación de definirse entre izquierda o derecha; fifís o chairos; comunistas o neoliberales.

La batalla del porvenir es entre demócratas o autoritarios.

Entre los que amamos la libertad, y los que quieren enterrarla.

Este fue el inicio de una nueva oposición y qué bueno que así sea.

Pero la tarea continúa.
Fernando Vázquez Rigada

Cursó la Licenciatura en Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México donde se tituló con mención honorífica, y obtuvo su Maestría en Derecho en la Universidad de Harvard con la tesis: “Un País para Todos: Derecho Electoral y Democracia en México”. Tiene un Diplomado en Mercadotecnia Política por el ITAM y fue el primer mexicano en ser admitido en el “Bradshaw Seminar” de la Universidad de Claremont, Cal.