El águila… ¿hacia el cielo o al averno?

José Luis Galván DETONA: El cielo, como siempre, parecía lejano, indiferente. Pero para Iker, mi hijo de 14 años, ese cielo significaba algo inmenso: su primer vuelo solo.
Aquel día, un gafete colgando de su cuello era su pase a la autonomía. 

Una señorita lo guiaba por el aeropuerto mientras yo, corría entre caos y bloqueos para recogerlos en CDMX. 

La Ciudad de México no solo tenía tráfico —eso es cotidiano—.

Estaba literalmente sitiada. 

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (la CENTE) había tomado las avenidas más importantes. 

Cerraron calles, se instalaron frente a Palacio Nacional, bloquearon accesos al Aeropuerto. 

Nadie entraba, nadie salía. 

Muchos perdieron vuelos. 

Otros, paciencia. 

Y los más pequeños, perdieron clases… otra vez. 

Iker viajaba a ver su primera final del fútbol mexicano: América contra Toluca.

Las Águilas contra los Diablos Rojos.

La metáfora estaba servida en bandeja: el águila, símbolo patrio, contra el demonio de las viejas historias políticas. (del Estado de México “el grupo Atlacomulco”.) 

El estadio era un caos emocional. Gritos, camisetas ondeando como banderas, niños ilusionados por ver a sus ídolos.

Mientras tanto, a unas cuadras, una ciudad entera estaba secuestrada por protestas que ya no solo son exigencias: son demostraciones de fuerza.

La CNTE había logrado lo impensable: cerrar Palacio Nacional, interrumpir la mañanera presidencial, y doblegar al aeropuerto más importante del país. 

¿Y los niños?

Más de 300 mil sin clases en los estados del sur.

Una generación atrapada entre consignas y lonas de protesta.

La educación, ese derecho constitucional, se convirtió en rehén.

El futuro, en moneda de cambio: ¿Águila o diablo? 

No es solo el águila del escudo la que parece caer: es el país entero, que tiembla como si los viejos demonios hubieran regresado.

Como en los años noventa, cuando se decía que “los demonios andaban sueltos” tras los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, hoy volvemos a contar muertos en plena campaña electoral. Morena, el partido en el poder, también sangra.

Asesinan a sus candidatos, a sus asesores, a sus dirigentes.

Entre ellos, Ximena Guzmán y José Muñoz, ambos ligados a la jefatura de Gobierno capitalino La política huele a pólvora.

La democracia se mancha de sangre.

Y el águila, que en otro tiempo devoraba serpientes, hoy parece víctima de ellas. 

Iker, vivió una derrota deportiva, pero también una lección: es un privilegiado por tener escuela, por volar, por soñar.

Mientras tanto, miles de niños, atrapados en un país sitiado, ven cómo las águilas caen y los demonios avanzan.

¿Será nuestra presidenta Claudia Sheinbaum el águila que devore a las serpientes, o veremos al diablo devorar el último símbolo que nos queda?

El partido no ha terminado. El país aún juega su final. 

 

José Luis Galván Hernández

José Luis Galván Hernández es originario de Monterrey, N L. Licenciado en Derecho y Ciencias Jurídicas y estudios de maestría en Letras Españolas, ambos por la Universidad Autónoma de Nuevo León; Máster en Derecho Público por la Universidad de Valencia, en España. Tiene estudios de artes dramáticas en la Escuela de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras, así como en el Centro de Capacitación Artística de Televisa. Ha escrito varias obras de teatro como: “Una Historia en común”, “Desde un Teatro”, “La alegría del querer”, “El Zoológico del futuro”, entre otras. Escritor de la biografía de “Pepe Maiz, su vida hasta extrainnings”. Actor, editorialista, productor de teatro y televisión. Además ha laborado  como funcionario público por más de treinta años en el ámbito cultural, desarrollo humano, entre otros, a nivel municipal, estatal y federal. Fue Diputado en la Legislación LXXIII del H. Congreso de Nuevo León. Desde el año 2009 es editorialista en diversos periódicos reconocidos, tanto en medios digitales como impresos.