Mauricio Fernández
Adelantó su renuncia ayer, y nadie lo juzga, porque este hombre solo merece reconocimiento y admiración, es el jefe, el amigo, el Don.
Mauricio es un valiente. Sabe que las cosas se toman como vienen, con plena naturalidad, y de eso se trata la vida: de ver y asumir las cosas con naturalidad.
Mauricio sabe vivir y enseña a vivir. Se ha equivocado a veces (¿quién no?), y eso lo vuelve un ser humano pleno, muy superior a muchos otros seres humanos; único en su especie, pieza que se hizo para romper el molde, pero ser humano al fin. Y eso es bueno.
Mauricio es tan plural en sus gustos —en el arte y la cultura, en sus aficiones y en sus compromisos políticos—, que cualquier otro necesitaría varias vidas simultáneas para cumplir las metas de este hombre cabal, entrón y valiente.
Mauricio no tiene límites en la búsqueda de la plenitud como ser humano. Pocos pueden trascender en vida. Mauricio Fernández ya lo consiguió.