El espejismo de la ubicuidad en la política de NL: Están en todas partes, pero ausentes en lo esencial
En la política, sin embargo, más que virtud se ha convertido en defecto: una forma de dispersión que diluye el liderazgo, la credibilidad y la cercanía con la ciudadanía.
Hoy en Nuevo León vemos con claridad ese fenómeno: funcionarios que intentan estar en cada foro, en cada evento, en cada foto, acaparando la agenda mediática, pero que en los hechos no están presentes donde más se les necesita.
El gobierno parece estar en todas partes: en las redes sociales, en las ruedas de prensa, en las calles con brigadas, en la firma de convenios y en la foto del día.
Pero, ¿qué tanto de esa omnipresencia se traduce en soluciones concretas para los problemas que verdaderamente lastiman a la ciudadanía?
El servicio público que se olvida de servir
El verdadero ejercicio del servicio público no radica en aparecer en todos lados, sino en saber exactamente dónde estar y cuándo estar.
El ciudadano no espera un político “omnipresente”, sino un servidor que entienda la prioridad del momento y la atienda con decisión.
Es un error creer que la legitimidad se gana con más selfies, tiktoks o transmisiones en vivo; la legitimidad se construye resolviendo lo urgente, lo importante y lo que afecta la vida diaria de la gente.
Los gobernantes y funcionarios buscan mostrarse como omnipresentes, como si su cercanía digital o mediática fuera sinónimo de eficacia y compromiso.
La ubicuidad, sin resultados, se convierte en ruido.
Y el ruido, cuando se acumula, degenera en hartazgo.
Esa omnipresencia institucional, que debería generar confianza, termina provocando el efecto contrario: se percibe como exceso de propaganda, como saturación de discursos, como una estrategia para distraer más que para resolver.
El gobierno que está en todas partes acaba por no estar en donde verdaderamente se le necesita.
Observamos que la ubicuidad política ha generado un vacío.
Se presume cercanía, pero se practica la distancia.
Se presume atención, pero se vive la omisión.
Y en ese vacío, crece el hartazgo social, porque el ciudadano ya aprendió a distinguir entre la presencia real y la presencia mediática.
La lección es clara: no se trata de querer estar en todos lados, sino de tener la claridad de estar en el lugar correcto.
Un servidor público con visión sabe que su tarea no es multiplicarse en espectáculos, sino priorizar y decidir.
- Estar con las comunidades que no tienen voz.
- Escuchar antes de hablar.
- Resolver antes de prometer.
El futuro político de Nuevo León dependerá, en gran medida, de quién logre romper con el espejismo de la ubicuidad y entienda que la cercanía no se mide en kilómetros recorridos ni en cámaras encendidas, sino en resultados palpables para la sociedad.
Porque al final, gobernar no es querer estar en todos lados.
Gobernar es saber dónde tu presencia es realmente indispensable.
A que se llega con lo anterior
Hoy más que nunca, los ciudadanos debemos exigir esa claridad.
No necesitamos políticos con el don de la ubicuidad, sino con el valor de estar presentes en los temas que definen nuestro presente y nuestro futuro: seguridad, educación, salud, movilidad y bienestar social.
La verdadera grandeza de un servidor público se mide en la profundidad de su compromiso, no en la amplitud de sus apariciones.
Nuevo León no necesita un gobierno omnipresente, necesita un gobierno omnipotente en su capacidad de resolver.
No requiere estar en todos lados a la vez, sino en el lugar correcto, en el momento justo, con la decisión adecuada.
La ubicuidad puede ser una virtud si se entiende como presencia estratégica al servicio de la gente.
Pero hoy, lo que tenemos es un espectáculo de visibilidad que nos distrae del verdadero vacío: el de los resultados.
Debemos como sociedad dejar de aplaudir la foto y empezar a exigir la acción.
Porque un gobierno que está en todas partes, pero no resuelve en ninguna, es simplemente un gobierno desconectado y ausente.