O votos o infraestructura
Esta semana se inundó parte de la zona central de la Ciudad de México, incluido el aeropuerto, fue una lluvia mayor a lo normal y hay basura acumulada, como siempre.
Pero esas excusas no sirven: la capital del país lleva décadas de abandono, es notable el deterioro de las calles (incomparable con cualquier capital estatal), es evidente el derrumbe del Metro y ahora es claro que tenemos problemas hidráulicos severos.
El origen del problema es la falta de inversión.
Prácticamente no se han construido nuevas vías de circulación ni líneas del Metro, salvo las hechas durante el gobierno de Ebrard (2007-2012), que fueron financiadas por el sector privado y por deuda, respectivamente.
La línea de Metro es la 12, la que se vino abajo durante el sexenio pasado, sin que, a la fecha, haya verdaderos responsables.
A inicios del sexenio pasado escribí sobre eso porque era evidente que se iba a repetir a nivel nacional lo que se hizo en la Ciudad de México. Cuando López Obrador fue jefe de Gobierno (2001-2006), probó la estrategia que aplicó al país entero desde 2018.
Por un lado, conferencias matutinas para fijar la agenda pública; por otro, obras de relumbrón; pero el centro era regalar dinero.
La obra de relumbrón fue el segundo piso del Periférico, en un tramo relativamente pequeño, que su secretario de Obras no quiso construir, pero su secretaria de Medio Ambiente sí: Claudia Sheinbaum.
No ha servido de mucho, a diferencia del construido durante el gobierno de Ebrard que, como decía, se financió con recursos privados.
La idea de regalar dinero ya la tenía López Obrador desde que era presidente del PRD e incluso se la sugirió a Cárdenas, cuando este era jefe de Gobierno.
En ese tiempo yo colaboraba con el ingeniero y me opuse a la idea porque era claro que no había recursos para financiarla. Se tendría que reducir, tarde o temprano, el gasto en mantenimiento y la inversión pública. Claro que eso importaba poco, se trataba de compra de votos.
De acuerdo con los datos del INEGI, las transferencias del gobierno de la ciudad, que se llevaban 20% del presupuesto en el tiempo de Cárdenas, se elevaron a más de 25% en el gobierno de López Obrador, específicamente en sus últimos dos años, cuando ya estaba en campaña por la Presidencia desde la Jefatura de Gobierno.
Ese gasto no se pudo reducir e incluso superó 30% en algunos años del gobierno de Mancera (2013-2018). Sheinbaum, como jefa de Gobierno (2019-2024), pudo gastar un poco menos porque López Obrador, a nivel nacional, centralizó todo ese gasto.
La inversión se vino abajo.
Mientras que en los gobiernos previos a 1997 el promedio fue de 17% del gasto total del entonces Departamento del Distrito Federal, después, a duras penas, superó 3%.
En el breve gobierno de Cárdenas no se pudo invertir más porque no podía contratar deuda sin autorización federal, y ésta se limitó notablemente, en represalia por el voto del PRD en contra del IPAB.
Sigo creyendo que López Obrador sabía que eso ocurriría y eso fortaleció su posición: no sólo tendría un estandarte político, sino que, con el mismo golpe, destruía a su padre político.
Bajo el gobierno de López Obrador en la ciudad, la inversión se redujo hasta 1.8% del gasto total. Mejoró en los siguientes tres gobiernos, pero nunca en el nivel necesario siquiera para mantener la infraestructura urbana, ya no digamos mejorarla.
Ya se aplicó la misma estrategia a nivel nacional, ya se compraron los votos, especialmente en los dos años previos a la elección; ya se acabó el dinero; ya tenemos infraestructura inútil y un deterioro considerable de la anterior.