Aquaman y el Reino Perdido - Aquaman and the Lost Kingdom / EUA, Reino Unido, Canadá y Australia, 2023
Aquaman y el Reino Perdido simbólicamente es el fin del universo de DC de superhéroes antes de dar paso a un nuevo reinicio a manos de James Gunn; y mientras tanto el cierre será triste, pero a la vez interesante.
Aquaman (Jason Momoa), luego de su aventura inicial hace cinco años, ahora divide su vida entre el reino bajo el mar de la Atlántida y la vida hogareña en tierra firme criando a su hijo, junto con su esposa Mera (Amber Heard) y su padre (Temuera Morrison).
Todo va bien hasta el villano Manta (Yahya Abdul-Mateen II) regresa para cobrar venganza por la muerte de su padre, usando reliquias antiguas de un viejo reino perdido, y la ayuda de un demonio congelado que busca liberarse.
Bueno, no todo va bien.
La película, como secuela, le ocurre todo lo que puede ocurrir a una segunda parte, donde por receta de cocina, toda la carne debe ir al asador y como de costumbre, se pasa hasta aventarle tripas y bofe.
Nada nuevo en ese departamento, pero creo que muchos pensaron que se iba a ver la gloria final del universo de DC en esta entrega.
Pues no, el director James Wan (a como pudo) ofrece una película “stand alone”, o sea, no se liga a nada a futuro ni viene recordando nada de filmes previos.
Es Aquaman solito contra los malos sin Superman, Batman, Mujer Maravilla… ni un meta humano adicional.
Se toma el tema del calentamiento global, que ni saben cómo meterlo a los guiones, y es el héroe acuático buscando apoyo entre propios, incluyendo buscar la ayuda de su hermano Orm (Patrick Wilson), el Amo de los Mares, que en la película anterior era un desgraciado asesino... ahora es un ejemplo ciudadano modelo.
Tal cual como sucedió con la segunda película de Shazam, Wan se mete en camisa de once varas al tupir hasta sobresaturar la pantalla, de diluir las historias por muchos caminos y mandar al nabo al personaje principal.
Orm luce increíblemente bien, mucho mejor que Aquaman, como ejemplo, y luego el mandato de Dios Hollywood de desaparecer a Amber Heard de la historia se palpa demasiado.
La coreografía de la historia, trama y escenas de acción a veces fluye bien, a veces se les va de las manos (la pantalla sobresaturada de información visual), y los efectos especiales, bien gracias... de muy buenos a regresarnos a los efectos del siglo 20 por los años de Star Wars en 1977.
Repito, no se puede pedir más de una segunda parte que opera a cómo funcionan las reglas de una secuela cinematográfica.
Lo que pasa es que el público deseaba ver una última vez a la familia de este universo de DC antes de caerle el telón. Y no hay finales, finales contundentes por encima de un último y simpático chascarrillo a mediación de los créditos.